miércoles, 25 de septiembre de 2013

Jamie tiene la culpa

En muchas ocasiones he intentado de manera desafortunada incursionar en el mundo de la cocina, o por lo menos acercarme a la estufa.

Hace unos días veía para mi beneplácito: Jamie Oliver 15 minute meals, (y digo beneplácito porque ver a un hombre guapo cocinar alegra doblemente la pupila) donde preparaba una suculenta lasaña en cuestión de minutos, (se me antojo, y la comida también) razón por la que se me ocurrió la brillante idea de intentar preparar una, de al cabo Jamie hacia parecer todo muy fácil, no obstante y para reforzar lo que en dicho programa pude entender decidí recurrir a un tutorial en Youtube y consultar la receta; acto seguido apunte todos los ingredientes necesarios y me dirigí al supermercado donde meticulosamente busque cada cosa que marcaba mi lista, una vez conseguido todo pagué y salí, iba caminando por el estacionamiento cuando reparé en el detalle que dicha y única compra (la de los ingredientes) me había costado 20% más que haber consumido ese mismo platillo en uno de mis restaurantes favoritos, sin embargo, entusiasmada por el hecho de hacer por mi misma una de mis comidas predilectas, pase por alto. Regresé a la casa, prendí nuevamente la computadora y repasé el video tantas veces como fue necesario. Lo que ocurrió luego pudo haber sido fácilmente anticipado. La desgracia que en resumidas cuentas término con un platillo falto de cocción, insípido; 2 dedos quemados, 1 plato roto, 1 manta reducida a cenizas y el horno al igual que una pila de trastes, sucio; no paso a mayores.

Después de tal infortunio me di cuenta que desde el principio debí percatarme que 15 minutos no eran suficientes, no en un programa que dice 15 pero dura media hora, mucho menos para alguien poco habilidosa como yo. En resumidas cuentas si el costo/beneficio de mis desastres culinarios no son favorables, debe ser un factor indicativo para aceptar mis limitaciones y evitar reincidir en dicha práctica. Y mientras se me pasa el coraje del mal rato evitaré ver programas de cocina.

domingo, 18 de agosto de 2013

Tecnodependiente


«Yo nunca atiendo mi celular cuando estoy contigo y tu tienes al mismo tiempo tu lap, tablet y celular» Ese fue el primer reclamo que me hizo, no con la entonación propia de un reclamo pero si con esa estructura gramatical que conlleva el “nunca” y un comparativo en un mismo enunciado, ergo reclamo.

Acto seguido apague todo, lo vi a los ojos y le di un beso esperando su indulgencia. La cadencia del movimiento de sus labios y el olor de su cuello me hizo olvidar por unos minutos que debía (y remarco debía porque para mi es una imperiosa necesidad) hacer check in en el café en donde estábamos, subir a Instagram las fotos de donde habíamos ido y publicar en Facebook lo bien que la estaba pasando.

En ese instante comprendí que el motivo de mi felicidad estaba ahí al lado, observando sigilosamente cada clic dado y aunque sabia que debía dejar a un lado mis juguetes tecnológicos, en mi mente el pendiente de no haber actualizado todas mis redes sociales me causaba ansiedad.

Dicen que reconocer a un adicto es fácil porque lo va a negar, en mi caso no es así; podré sobrevivir un día entero sin tomar agua pero no sin conectarme a internet, la ironía del asunto es que son con las mismas personas que convivo diariamente, entonces quizás, sea cuestión de contacto humano.

lunes, 1 de julio de 2013

Vidas de contrastes

En el mismo día me toca convivir con jovencitos consentidos acostumbrados a despilfarrar y con aquellos que tienen que trabajar para subsistir. No pretendo con esta entrada hacer aseveraciones más allá de lo evidente por que no es mi objetivo.

Únicamente intento refutar la teoría de que la vida es justa o que cada quien tiene lo que se merece. Porque no es así. Si bien nuestras decisiones tienen efecto sobre nuestro futuro inmediato o a largo plazo, nadie escoge bajo que circunstancias nacer.

Las oportunidades en esta vida son contadas, claro esta que un logro de aquel que cuyo esfuerzo y sacrificio fue mayor para alcanzar es más plausible que de quien lo tuvo al alance de sus posibilidades. Aunque en la practica no sea así.

Es decir, para aquel joven cuya única responsabilidad es la escuela, obtener una buena nota representa hasta cierto punto un deber y no por ello significa que una escala de calificación numérica represente fidedignamente los conocimientos de una persona. Ni siquiera un papel, título o maestría. Hay mediocres de todos los estratos.

Y al fin de cuentas la vida es difícil para todos y para otros más que para unos, y quizás esos otros se quejan menos de ella.

Razón por eso que ni enaltezco ni compadezco, sólo escucho y observo. Al cabo, cada quien labra su camino. No obstante, sí a referencias nos remitimos, es más fácil caer que subir, y no me refiero con ello al efecto de la fuerza de gravedad.

lunes, 10 de junio de 2013

Canciones de desamor

“No hay nadie en este mundo que no haya sufrido por amor” así de lapidarias fueron las palabras que me dijo un buen amigo mientras borracho, al compás de una melodía, me platicaba sobre su ex novia. No soy la mejor para dar consuelo y más habiendo pasado por una circunstancia parecida; pero analizando y meditando sobre ello le doy el beneficio de la duda.

El amor es una de esas cosas de las que todo el mundo habla pero nadie sabe realmente qué es. Solemos tener solo nociones vagas sobre su concepto, aunque si alguien nos preguntará: ¿Por qué me amas? Lo más probable es que nos quedemos perplejos, como me paso a mí.

Navegando en internet encontré una definición muy acertada: “El amor es un no sé qué, que nace no sé dónde y termina no sé como…” admítamoslo, quien lo escribió sabía de lo que estaba hablando…

Pero dejando atrás la notable elocuencia del poeta anterior, personalmente creo que quienes tienen una idea más específica de lo que es el amor son los músicos. Porque, no sé… posiblemente es debido a que ellos tienen una mayor facilidad para transmitir emociones resultado de una sensibilidad innata o bien, porque les ha ido peor en el amor que a la mayoría de los mortales.

Si no me creen piensen un poco, ¿cuántas de las canciones que escuchas en la radio están dedicadas o hablan del amor? Pues yo me aventuro a decir que la mayoría, incluso ni siquiera quienes nos jactamos de tener un corazón de piedra nos libramos de este axioma.

¿Quién no se ha emborrachado con esas canciones que te calan el alma? o ¿quién no se ha sentido identificado con la letra de una canción? Y es que enamorarse te vulnera. Y ese es un buen mercado, el público que sufre por amor o mejor dicho por la falta de él. Ahora bien, hay 2 vertientes, uno “positivo” donde caben todos los te extraño y arrepentimientos y otro “negativo” que engloban los resentidos y despechados.

Así que la próxima vez que dediquen o les dediquen una canción piensen en todo los sentimientos que eso conlleva, en la búsqueda minuciosa que lleva a determinar la indicada.

viernes, 17 de mayo de 2013

Soy quien


No sé por qué escribo. Supongo que por aquello de escribir para leerme a mí misma años después, y arrepentirme de haberlo escrito. 

Aunque de todas formas, siempre tendré el consuelo de que nunca nadie habrá leído nada de todos aquellos despropósitos escritos con garabatos en hojas a media noche.

Entonces cabe ahí el dilema de que pasa para la posteridad, ¿recuerdos?, la mente puede jugar con ellos. Atesoro unos cuantos, muy pocos para decir mucho. 

Me llamo Romina, eso es un hecho. El quién soy depende de a quién se le pregunte. No ahondaré en calificativos ambiguos e inducidos. El que hago, es simple, vivo; hoy, día por día, porque es la única forma que conozco de hacerlo. 

Así, sin miramientos.