domingo, 18 de agosto de 2013

Tecnodependiente


«Yo nunca atiendo mi celular cuando estoy contigo y tu tienes al mismo tiempo tu lap, tablet y celular» Ese fue el primer reclamo que me hizo, no con la entonación propia de un reclamo pero si con esa estructura gramatical que conlleva el “nunca” y un comparativo en un mismo enunciado, ergo reclamo.

Acto seguido apague todo, lo vi a los ojos y le di un beso esperando su indulgencia. La cadencia del movimiento de sus labios y el olor de su cuello me hizo olvidar por unos minutos que debía (y remarco debía porque para mi es una imperiosa necesidad) hacer check in en el café en donde estábamos, subir a Instagram las fotos de donde habíamos ido y publicar en Facebook lo bien que la estaba pasando.

En ese instante comprendí que el motivo de mi felicidad estaba ahí al lado, observando sigilosamente cada clic dado y aunque sabia que debía dejar a un lado mis juguetes tecnológicos, en mi mente el pendiente de no haber actualizado todas mis redes sociales me causaba ansiedad.

Dicen que reconocer a un adicto es fácil porque lo va a negar, en mi caso no es así; podré sobrevivir un día entero sin tomar agua pero no sin conectarme a internet, la ironía del asunto es que son con las mismas personas que convivo diariamente, entonces quizás, sea cuestión de contacto humano.