No sé por qué escribo. Supongo que por aquello de escribir para
leerme a mí misma años después, y arrepentirme de haberlo escrito.
Aunque de
todas formas, siempre tendré el consuelo de que nunca nadie habrá leído nada de
todos aquellos despropósitos escritos con garabatos en hojas a media noche.
Entonces cabe ahí el dilema de que pasa para la posteridad,
¿recuerdos?, la mente puede jugar con ellos. Atesoro unos cuantos, muy pocos
para decir mucho.
Me llamo Romina, eso es un hecho. El quién soy depende de a quién
se le pregunte. No ahondaré en calificativos ambiguos e inducidos. El que
hago, es simple, vivo; hoy, día por día, porque es la única forma que conozco
de hacerlo.
Así, sin miramientos.