En el mismo día me toca convivir con
jovencitos consentidos acostumbrados a despilfarrar y con aquellos que tienen
que trabajar para subsistir. No pretendo con esta entrada hacer aseveraciones
más allá de lo evidente por que no es mi objetivo.
Únicamente intento refutar la teoría de
que la vida es justa o que cada quien tiene lo que se merece. Porque no es así.
Si bien nuestras decisiones tienen efecto sobre nuestro futuro inmediato o a
largo plazo, nadie escoge bajo que circunstancias nacer.
Las oportunidades en esta vida son
contadas, claro esta que un logro de aquel que cuyo esfuerzo y sacrificio fue
mayor para alcanzar es más plausible que de quien lo tuvo al alance de sus
posibilidades. Aunque en la practica no sea así.
Es decir, para aquel joven cuya única
responsabilidad es la escuela, obtener una buena nota representa hasta cierto
punto un deber y no por ello significa que una escala de calificación numérica
represente fidedignamente los conocimientos de una persona. Ni siquiera un
papel, título o maestría. Hay mediocres de todos los estratos.
Y al fin de cuentas la vida es difícil
para todos y para otros más que para unos, y quizás esos otros se quejan menos
de ella.
Razón por eso que ni enaltezco ni
compadezco, sólo escucho y observo. Al cabo, cada quien labra su camino. No obstante,
sí a referencias nos remitimos, es más fácil caer que subir, y no me refiero
con ello al efecto de la fuerza de gravedad.