“No he querido saber pero he sabido…” Así comienza Corazón tan
Blanco, una novela que plantea una historia emotiva, cargada
de reflexiones y anécdotas. Desde el principio remarca lo importante del saber Escuchar, sí, quizás esa sea la palabra clave en la trama; contada por su protagonista.
Me gustó esa visión acerca del amor como algo indeciso, desconfiado, tierno y pasional, sin seguir el típico esquema de la narrativa clásica (planteamiento, nudo y desenlace).
Me gustó esa visión acerca del amor como algo indeciso, desconfiado, tierno y pasional, sin seguir el típico esquema de la narrativa clásica (planteamiento, nudo y desenlace).
En el ámbito expresivo, la narración dota de un ritmo espléndido,
sin tanta paja, que hace que no se pierda interés ni resulte para nada
indigestante o pedante. Además, posee un admirable control del flash back
simultáneo, en el cual presente y pasado se enlazan con naturalidad, algo que gratifica su lectura.
Hay también una cierta sensación de fatalismo, de
hechos que se van repitiendo inevitablemente con otros personajes
que igualmente resultan muy interesantes, sobre todo, las pequeñas anécdotas que complementan la narración sin que desentonen de la historia.
Con una prosa a veces redundante, un recurso que en lo personal me
ha parecido muy estético (en este caso), nos muestra diversos temas desde otra perspectiva.
La historia, en la cual no voy a profundizar porque perdería el
encanto si se las cuento; trata de expresar la visión del autor sobre la vida
en pareja y la necesidad de encontrar el amor perfecto. Sobre el secreto y su
posible conveniencia, sobre el matrimonio, el asesinato, la instigación; sobre
la sospecha, sobre el hablar y el callar y sobre los corazones tan blancos que,
poco a poco, se van tiñendo y acaban sabiendo lo que nunca
quisieron saber.