jueves, 26 de julio de 2012

"Maridos"


Hoy por fin acabe de leer “Maridos”, pero no se vayan con la finta, no se trata de cómo conseguir uno, (como pensó y se burló mi hermanito al verme leer dicho libro) ¡todo lo contrario! “Maridos” es una novela que narra muchas mini historias (sin relación alguna entre ellas) protagonizadas por mujeres que en términos generales enfrentan algún problema conyugal.

A pesar de ser de mi escritora Mexicana favorita, Ángeles Mastretta, de quien 2 libros de su autoría figuran en mi Top 10, (Mal de Amores y Arráncame la Vida) debo ser sincera y reconocer que quedé un poco decepcionada de este material. No me arrepiento de haberlo comprado, sin embargo no seria de los libros que leería 2 veces.

En cambio a mi mamá le encanto, lo cual es bueno e insólito, de hecho es la primera vez que regalo un libro que realmente me doy cuenta que engancha a su lector.

Quizás el punto de inflexión por el cual no me termino de convencer dicho libro, sea que no soy partidaria de las historias contadas desde una sola perspectiva, especialmente si es una visión femenina, puesto que tiende a inclinarse hacia lo feminista e induce de forma tácita a quien lo lee.

Llena de conflictos como es propiamente la naturaleza de la mujer, compleja como el mismo género y bastante contradictorio hasta cierto punto, si buscan una lectura de cómoda narrativa y con un contenido ligero; sin duda “Maridos” es una buena opción de amor y desamor, cercana a la realidad y cruda como la vida misma... ¡Ah! y deja en claro que siempre hay alguien peor que tú. ¿Será acaso esa la moraleja?

Nota mental: No lo creo.

martes, 24 de julio de 2012

El tiempo que vuela

En promedio leo 50 páginas de un libro al día, sin embargo leer y responder mi correspondencia me causa una desidia indescriptible. Ante tal superficial y ridículo pretexto, quiero disculparme por este medio (porque se que me leerá) con un viejo amigo del cual recibí (corrijo, leí) tardíamente un correo que me envió hace ya varias lunas; viejo porque tiene más de una década que no veo y amigo porque es de esas personas que pasan por tu vida dejando un bonito recuerdo de tu infancia.

Tal vez sea a causa de eso, un recuerdo que tengo guardado en una vitrina metafórica aislada del paso de los años para que no se empolve ni se dañe que, evito y postergo contactar a quien alguna vez y por más de 12 años fuera una especie de obsesión idílica. A quien en 1999 y siendo unos niños (porque a esa edad eso se es, aunque no se quiera reconocer) le diera al compás de I’m Blue de Eiffel 65 un beso a escasos metros de la secundaria donde estudiábamos. El primero del cual ahora, una vida después todavía me causa risa el recordar tan chusco y penoso acontecimiento.

Entrados ahora en la época de las redes sociales y con la herramienta de husmear en las vidas de las personas con tan solo ir saltando de ventana en ventana, clic a clic. Sé que ha hecho de su vida y viceversa porque si no, no estuviera aquí redactando esta entrada. Al ahora padre de 2 lindos bebés, lo cual no me extraña pero me sorprende que a tan corta edad ya lo sea, (pero bueno, ese es un tema que otro día retomaré, como viviendo el pleno siglo XXI pareciera que los usos y costumbres por la reproducción y vida conyugal dieran un paso hacia el pasado) le agradezco su amistad virtual y espero en un futuro no muy lejano saludar a él y su ahora ya muy grande familia. 

El tiempo se va volando y como un tornado que gira se lleva con el gran parte de nuestros recuerdos y añoranzas de la infancia. ¿Cuántas personas han desfilado en nuestras vidas a lo largo del tiempo que llevamos en este planeta? ¿A quiénes recordamos y qué otros lo haran?

Me veo a mi misma y ni en el más guajiro de los sueños imagino que será de mi en otros 10 años, claro si dios me da vida. Espero para ese entonces ya haber disipado tantas interrogantes...

Nota mental: Prestar más atención a la correspondencia.

martes, 17 de julio de 2012

Pastillas mágicas


Me resisto a tomar pastillas para el dolor de cabeza, lo cual es irónicamente contradictorio para ser una hipocondríaca declarada. Tomo medicamentos para casi todos mis males. Pero una parte de mi ser se resiste a consumir analgésicos, hasta cierto punto disfruto del masoquismo de experimentar algún dolor físico.

Pueril actitud quizás, considerando que los propios médicos consideran que mi umbral de dolor esta por encima de la media. Pero ¿Cómo se que algo duele suficiente para quejarme? Desde pequeña aprendí a reprimir cualquier manifestación clínica de alguna dolencia, desde raspones hasta dolores abdominales (cuyos desenlaces, quienes me leen ya conocen aunque nunca he dicho el porque).

Recuerdo una ocasión en mi infancia, antes de que tuviera conocimientos de anatomía y fisiología que, manejando una bicicleta (la bici de mi hermano para ser precisos, que por cierto era de mayor tamaño que la mía y con el cuadro recto) al pasar a alta velocidad un tope salí volando, di 2 vueltas en el aire y caí sobre el áspero pavimento de la calle sobre la que circulaba (según versiones del vecino y mi propio hermano que contemplaron mis hazañas acrobáticas), el cuerno del volante se incrusto sobre mi cabeza y de esta brotaba una descomunal cantidad de sangre, luego de unos segundos de quedar inconsistente, me levanté y caminé hasta mi casa, entré a escondidas y me encerré en el baño a limpiarme; más preocupada porque mi mamá se percatara de mi accidente que del pensar que podía morir (como creía en ese momento mientras veía asombrada como mi cabeza no dejaba de sangrar).

He ahí la clave probable porque aprendí a soportar y no quejarme, miedo a ser reprendida. Porque los accidentes “Nacen” no se “Hacen” (en palabras de mi papá eso significa que todo efecto negativo es causado por uno mismo, es decir, uno es culpable de lo que le pase, así sean accidentes y/o enfermedades). Eso y mi eterno amor por la Coca-Cola, el mismo que tengo desde que me acuerdo tengo memoria. Desde pequeña crecí con la consigna que si tomaba Coca-Cola no me estuviera quejando porque me doliera la “pansa” y como a esa edad no se tiene conocimientos de topografía abdominal, la “pansa” es equivalente a todo el tronco.

Pero bueno, luego de varios años, descubrí que después de cada enfermedad crítica (y por crítica me refiero a que sus signos y síntomas sean visibles) todos a mi alrededor me rendian pleitesía, desarrolle mi gusto por las enfermedades, le tome cierto cariño a la “plancha” y cada inyección la recibía gustosamente.

Todo menos... ¡Pastillas para el dolor de cabeza!, bueno, no suelo sufrir de cefaleas, pero después de aguantar 2 días de un constante y punzante dolor de cabeza, cuya etiología se la atribuyo al calor infernal de la Costa Chiapaneca, decidí el día de hoy, comprar una caja de Cafiaspirina®, algo que supuse no tendría mayor efecto secundario en mi, dado la cantidad de Coca-Cola y Café que tomo al día pero ¡No!... El malestar se fue, pero el espasmo en mi mano y una ansiedad generalizada persisten ya varias horas después.

Es por ello y mal-parafraseando un dicho: “Más vale mal conocido que por padecer”

miércoles, 11 de julio de 2012

Una receta para No morir


Quien me conoce aunque sea un poco (y si no, ahora ya lo entienden), sabe que detesto los días frios y lluviosos; repercuten en mi estado anímico. Sumado al hecho de no tener cable (porque me lo cortaron) esta tarde en particular, no fue gratamente memorable. 

Bueno, con la idea de incentivar mi lado “humano” y motivada por obvias razones, termine de leer un libro que empecé con muchas ansias y poco a poco fui rezagando (cabe aclarar que no suelo claudicar, ni dejar las cosas a media). “Una receta para No morir: Cartas a un joven médico” sonaba un título prometedor y en parte lo fue, siempre se aprecian unas líneas muy bien redactadas, mas aún tratándose de la excelsa tarea de los médicos.

Pero para serles sincera, toda la etérea jerga sobre la yuxtaposición de la medicina y la labor social, a parte de predecible, me parece más que obvia y redundante. Quien se compromete en algún área de la Salud (me incluyo), debe tener la luminosidad de saber que un paciente no solo es un ente nosológico, y ser humanamente correcto en su proceder.

En fin y para no hacerla cansada con este escueta reseña. “Una receta para No morir: Cartas a un joven médico” es un buen ejemplar que nos proporciona una somera repasadita de cuestiones medicas, sin compenetrar en temas, que a mi parecer debieron merecer mas que unos párrafos (eutanasia,  ETS, aborto, enfermedades crónico-degenerativas), eso si, con muy buenas citas, comentarios y referencias bibliográficas.

Fácil de leer, en escasas 140 páginas y lleno de palabras rebuscadas, nos empapamos (quienes no somos médicos) de las vicisitudes e idiosincrasia de un destacable galeno, que comparte las experiencias recabadas durante su práctica laboral por más de 20 años.


Nota mental: Pagar el cable a primera hora y buscar libros motivacionales.


martes, 3 de julio de 2012

¿Robot Yo?

Por si no fuera suficiente contar con Facebook, Twitter, Google plus, Flirck, Linked in, Youtube, Skype, Messenger, Whatsup, BBM, y un Blog personal, el día de hoy sumo a mis vicios cibernéticos: Foursquare…

Todavía recuerdo como si fuera ayer cuando tenia una vida fuera de mi Laptop y Smartphone, cuando me levantaba de la cama por el sonido de la alarma o por micción, ahora cada notificación de cualquier red social me despierta de mi escaso e intermitente sueño. Y es que representa una adicción como tal, el vivir pegada a un aparato electrónico, viendo hipnotizadamente una pantallita.

He de ahí el hecho que muchos de mis conocidos, familiares y amigos se sientan sustituidos por unos virtuales desconocidos o bien, afirmen que no les presto suficiente atención. Lo cual no niego, al contrario; estoy tratando de controlar mi obsesión y de disfrutar el contacto humano. Especialmente porque no quiero que afecte de manera dramática mi casi nula vida sentimental.

Hoy me di cuenta que un Unfollow me duele más que una mentada de madre, y creo que esa es la gota que derramo el vaso para darme cuenta que tengo un problema más serio del que quería reconocer.

Y me preguntan porque no fumo, ni tomo ni bailo... ¿Para qúe? suficiente adicción me provocan las redes sociales y la coca-cola como para echarme otra carga más al hombro o invertir tiempo, que no tengo, en algo extra.


P.S. No estaba muerta, ni andaba de parranda, solo me faltaba inspiración para escribir.