Quien
me conoce aunque sea un poco (y si no, ahora ya lo entienden), sabe que detesto
los días frios y lluviosos; repercuten en mi estado anímico. Sumado al hecho de
no tener cable (porque me lo cortaron) esta tarde en particular, no fue
gratamente memorable.
Bueno, con la idea de incentivar mi lado “humano” y
motivada por obvias razones, termine de leer un libro que empecé con muchas
ansias y poco a poco fui rezagando (cabe aclarar que no suelo claudicar, ni dejar las cosas a media). “Una
receta para No morir: Cartas a un joven médico” sonaba un título prometedor y
en parte lo fue, siempre se aprecian unas líneas muy bien redactadas, mas aún
tratándose de la excelsa tarea de los médicos.
Pero
para serles sincera, toda la etérea jerga sobre la yuxtaposición de la medicina
y la labor social, a parte de predecible, me parece más que obvia y redundante.
Quien se compromete en algún área de la Salud (me incluyo), debe tener la luminosidad de saber que un
paciente no solo es un ente nosológico, y ser humanamente correcto en su proceder.
En
fin y para no hacerla cansada con este escueta reseña. “Una receta para No morir: Cartas a un joven
médico” es un buen ejemplar que nos proporciona una somera repasadita de
cuestiones medicas, sin compenetrar en temas, que a mi parecer debieron merecer
mas que unos párrafos (eutanasia, ETS,
aborto, enfermedades crónico-degenerativas), eso si, con muy buenas citas, comentarios y referencias bibliográficas.
Fácil
de leer, en escasas 140 páginas y lleno de palabras rebuscadas, nos empapamos
(quienes no somos médicos) de las vicisitudes e idiosincrasia de un destacable galeno, que comparte las experiencias recabadas durante su práctica laboral por más de 20 años.
Nota mental: Pagar el
cable a primera hora y buscar libros motivacionales.
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