domingo, 5 de agosto de 2012

Nunca me mientas...

Las mentiras siempre inspiran canciones, libros y demás manifestaciones artísticas, transgreden los cánones de la ética y la moral, y atentan contra los cimientos de las relaciones humanas. Aunque por el contrario, son un mal socialmente necesario. Desde pequeños nos enseñan a no hacerlo, pero en la misma escuela de la vida entra la contradicción.

El "mentir" abarca muchas acepciones e infinidad de factores intrínsecos, hay quienes aceptan, toleran o simplemente se hacen de la vista gorda ante tales circunstancias, por el contrario también existen quienes son intransigentes y tajantes. 

Todos los días enfrentamos situaciones similares (emisor - receptor) pero, ¿Hasta dónde nos permitimos mentir y que nos mientan? Bueno, eso es hablar de 2 cosas muy diferentes, hasta polarizadas.

Si partimos de la premisa: 
— Nunca me mientas — debemos ser recíprocos y prepararnos para escuchar palabras que no nos gustarán pero que pedimos recibir/dar con el objetivo de... (depende de cada caso) 

Con base en ello otra interrogante, ¿Existe un parametro de medición? Hay niveles entre las mentiras: "blancas", por simulación, omisión, manipulación, calumnias, por obtener un "favor", inconscientes, conscientes, premeditadas, etc... ¡Yo creo que sí! No es lo mismo tejer una red de engaños que fingir que te gusta una copa de vino porque la ocasión lo amerita. Si no comulgas con ninguno de los 2 ejemplos anteriores, entonces al igual que yo, no creo que presumas de muchas amistades y no, tampoco es cinismo.

Y es que el mundo terrenal está lleno hasta el tope de mentirosos, comenzando por lo que vemos en la televisión, seguido de los bienes y servicios, hasta llegar a nuestro circulo social, donde pululan los mitómanos que se construyen imagenes y realidades paralelas de si mismos para proyectarse de manera embustera. Los mitómanos, son con frecuencia (en mi vida) bastante simpáticos, farsantes entretenidos y ocasionalmente cultos, pero siempre un espejismo.

La mayoría de las veces es mejor desencantarse de las personas, llorar bajo la almohada o bien, afrontar ideas y situaciones que lastimen, a vivir en una Oda a Pinocho.

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