sábado, 26 de mayo de 2012

Melancólicamente adicta a las tristezas

“La melancolía es la dicha de estar triste” cita textualmente la frase de un famoso dramaturgo francés… Yo digo ¡Falacia!

Dichosa yo, cuando beso y me besan, deleito un rico manjar o escucho mis canciones favoritas. Personalmente he aprendido a vivir con una embargante tristeza pero no por ello la disfruto.

Las tristezas hacen buscar en nuestro interior las fortalezas que poseemos, permiten replantearnos nuestras acciones y potencializan exponencialmente las alegrías.

Plausible aquel que puede dominar sus sentimientos y vivir con ahínco. Estereotipado aquel ser humano que sucumbe por sus emociones. Lúgubre quien no posee la fortaleza de sobrellevar los altibajos de la vida.

Axiomático decir “el tiempo ayuda a sanar las heridas” pero si están son tan profundas quizás (metafóricamente hablando) provoque que perezca parte de nuestra esencia. Una fuerza vital, algo intangible que nos incapacite para volver al plano de la realidad.

La próxima vez que alguien me hable de tristezas al tiempo, de un futuro incierto o de juicios de razonamiento, juro que con una mano en la cintura omitiré dar replica a algo de lo cual nadie experimenta en cabeza ajena. 

Formulas en el área de la ciencias, el día que el “arte de amar” (no me refiero al libro de Erich Fromm, que por cierto me causo letargo mental) se convierta en una de ellas me vuelvo experta en la materia.

P.S. Adicta también a la música triste de piano...

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