¿Qué pasaría si el día de mañana despertáramos sin recordar nuestras propias vidas? Si de la memoria desapareciera intempestivamente cierto periodo de tiempo,
olvidándonos por ello de todo las personas y anécdotas recabadas en ese lapso.
Hoy
ví una de las pocas películas Cursis, de esas que acostumbro a ver, que NO me hizo sentir
que entraba en un coma diabético. “The Vow” o bien “Votos de amor”. Algo más
cercano a la realidad, inspirada en una “historia verdadera” claro con el distintivo toque
Hollywoodero para hacerme chillar como dios manda. Pero mínimo con una trama
agria como la vida misma y con un final que deja a la imaginación propia el
desenlace de la historia.
No voy
a contar la película porque no se trata de hacer una sinopsis, si no de urdir
un análisis del mensaje que endosa esta cinta.
Partiendo
de la premisa que, cada uno somos la suma de todos los momentos y personas que
hemos conocido, concluyo que parte de nuestra idiosincrasia se va modelando y
delineando con base en las experiencias personales.
Quizás
un momento de impacto cuyo potencial de cambio tenga consecuencias mucho más
allá de las que podemos predecir, marque parte de nuestra existencia. Otros tal
vez no experimentemos algo tan diáfano en toda la vida; pero es parte del Arte
abstracto del vivir el pensar y creer que allá afuera habrá alguien que
perpetúe nuestro ser.
Acordar
en discrepar. Y en eso concuerdo con uno de los argumentos, al igual que resulta provechoso el hablar cuando se
necesite y compartir el silencio cuando haga falta. Tener la paciencia que el
amor exige puede parecer una tarea catatónica pero cada paso bien cimentado
labrara con cincel lo que somos.
Leyenda del Nomeolvides... Nació
así: Cuando Dios creó el mundo, dio nombre y color a todas las flores, no
obstante una pequeña florecilla le suplicaba: ¡No me olvides!, ¡No me olvides!,
pero como su voz era tan fina, Dios no alcanzaba a oírla, una vez que el
creador finalizó toda su obra, pudo percatarse de esa pequeña voz, más ya todos
los nombres estaban dados, así que Dios le dijo: "No tengo nombre para ti,
pero te llamaras "no me olvides". Y por colores te daré el azul del
cielo y el rojo de la sangre". Además le dijo que serviría para acompañar
a los muertos y para consolar a los vivos.
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